miércoles, 11 de mayo de 2011

Presentía que mi hijo era gay

 Allan López Sosa/ Clínica de periodismo | El Universal
El día que se enteró sintió morirse. Siempre lo sospechó, pero prefería pensar que era sólo producto de su imaginación. Su hija tenía 12 años cuando la sorprendió con una amiga en su recámara. Se estaban besando.
Carmen siempre supo que su hija era lesbiana, “una mamá siempre sabe”, dice. “Al principio quise que cambiara, casi la obligué a que tuviera novio, pero no me funcionó.”
Ella afirma que la confesión de homosexualidad de un hijo es un proceso “muy doloroso”, y para asimilarlo es necesario que la familia reciba apoyo de especialistas. “Cuando ella me lo confesó yo ya estaba en un grupo de Alcohólicos Anónimos, mi padrino me ayudó a asimilar esta realidad”, dice.
Asegura que para ella fue esencial la ayuda, pues “sola jamás habría podido. La gente que no lo ha vivido no sabe qué tan largo es el proceso. Mi hija ya tiene 30 años y no me acostumbro”.
A pesar del paso de los años, Carmen afirma que como madre jamás se está a gusto con las preferencias de un hijo homosexual. “Yo la tuve en mi vientre, le cambié pañales, me dijeron que era una niña, eso es lo que es”, asegura.
Aún así comenta que a una madre no le queda otra más que aceptarlo, “se imponen los sentimientos antes que el orgullo y los prejuicios”.
Cuando la mamá “sale del clóset”
Especialistas aseguran que las mamás son las principales intermediarias entre el chico que es gay y el resto de la sociedad; “cuando la madre ya lo asimiló, el hijo está del otro lado”.
Sin embargo, ellas deben vivir el proceso de asimilarse como la mamá de alguien que es gay: “salir del clóset”.
Es comenzar a pensar que las parejas de su hijo o hija van a ser de su mismo sexo, que posiblemente no tenga nietos y que a veces lo tratarán mal.
Ante ello, el terapeuta Ghael Montané, de la organización civil Agenda LGBT, recomienda siempre solicitar la ayuda de los especialistas; es algo que se debe tratar profesionalmente, dice. Fabiola, mamá de Jorge —quien se reservó su verdadero nombre— comenta que su proceso de aceptación no fue tan tortuoso. “Yo ya me lo imaginaba, (que mi hijo era gay) pero lo confirmé hasta que un día él me lo confesó”.
Asegura que jamás se sintió decepcionada, y que tampoco pidió ayuda, por eso aún no ha sido capaz de comentárselo a su esposo.
Según Fabiola, aún le da miedo la reacción de la familia, “yo ya lo acepté, pero no quiero que le hagan daño”.
Para Carmen y Fabiola llegó la tolerancia y el respeto, mas no la aceptación. Dicen amar a sus hijos por sobre todas las cosas, pero “no hay día que no le pida a Dios que le quite esa venda en los ojos. Es un sentimiento malsano, no es normal”, dice Carmen.
“La soledad es cruel, yo lo he vivido junto con mi hija, jamás se es feliz, sus parejas siempre se van y por ello a ella siempre le hace falta algo”, afirma.
De la puerta para adentro
“Si vas a estar con alguien, haz lo que quieras, pero dentro de tu recámara”, le dijo Carmen a su hija.
La sociedad es cruel, juzga sin saber. “Por eso a mi hija le puse reglas, que no trajera a nadie a la casa, que no anduviera de la mano con otras muchachas. Si quiere que la respeten, que ella respete a los demás.”
A Fabiola le pasó algo parecido, como el papá de Jorge no lo sabe, ella prefiere no tocar el tema abiertamente, es difícil hablar al respecto.
Avances legales
El 21 de diciembre de 2009, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó reformas al Código Civil y al Código de Procedimientos Civiles locales para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Además, se abrió la posibilidad de que las parejas homosexuales puedan adoptar niños.
Con ello, la ciudad de México, cuya propaganda usa el eslogan “Ciudad de vanguardia”, dio un giro social y prácticamente modificó la manera de concebir a las familias y la forma de relacionarse entre las personas.
Fue así que la actual administración capitalina convirtió al DF en la primera entidad en el país en permitir que las parejas del mismo sexo tuvieran derecho al matrimonio; organizaciones civiles y gente de la comunidad Lésbico Gay, Bisexual, Transexual (LGBT) salieron a las calles a celebrar.
Se abrió la puerta. Por las calles, si bien ya existía, comenzaron a verse parejas tomadas de la mano, besándose, la Zona Rosa dejó de ser el lugar exclusivo para la comunidad gay, pues el gobierno de Marcelo Ebrard declaró a toda la ciudad de México como una urbe gay friendly (amigable).
Con todo y sus opositores, la ciudad comenzó a asimilarlo. En las delegaciones se organizaban bodas comunitarias, organizaciones civiles se congratularon con la causa y la propia Procuraduría General de Justicia del DF abrió una fiscalía de atención para la comunicad LGBT.
Pero, ¿realmente hubo un cambio? ¿Se erradicaron los prejuicios? “No son prejuicios”, dice Carmen, quien asegura no estar de acuerdo con todas las reformas. Ella considera que faltó más investigación por parte de quienes aprobaron estos cambios. “Parecería cursi lo que digo, pero para una madre esto aún es doloroso.”
Ella argumenta que daría la vida por ver feliz a su hija, y lo es, pero sólo por momentos, “hay instantes en que la veo muy contenta con su pareja, pero siempre se le pasa, siempre les falta algo”, dice. “Yo no permito que mis hijos pequeños la vean con una pareja, eso es muy difícil de asimilar en un niño”, por eso dice no estar de acuerdo con la adopción ni con el matrimonio, pues en su hija ha visto la poca estabilidad con la que ha vivido. “Es difícil formalizar ese tipo de relaciones”.
Montané asegura que el proceso para que una madre acepte tal situación dura de uno a dos años en promedio, pero para eso hay varias etapas. Primero hay un periodo de miedo, el cual va acompañado con la negación y el temor. “Hay mucha desinformación”, por ello, dice, para este curso siempre se tiene que pedir ayuda.
“Las mamás siempre lo saben, al principio quieren pensar que no es cierto, cuando el hijo por fin lo confiesa ella debe vivir su propio duelo”.

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