martes, 17 de mayo de 2011

Superar rechazo y burla, el reto de ser transexual

Persiste discriminación y rezago legislativo, a un año de aprobado el Día contra la Homofobia
 
    Martes 17 de mayo de 2011 Xóchitl Rangel/Corresponsal | El Universal
    PUEBLA
Agnes Torres es joven, tiene 28 años, es sicóloga por la Universidad Veracruzana (UV), goza de una impresionante fluidez para hablar e incluso físicamente es atractiva. Sin embargo, las puertas de cualquier trabajo —incluido el doméstico— están cerradas para ella. Jamás ha tenido un empleo.
La discriminación ha sido su fiel, pero amarga compañera. Desde la infancia, luego en la adolescencia y ahora en su adultez, ha padecido burlas, rechazo e incluso golpes. Agnes es transexual y la falta de una ley en Puebla que permita modificar sus documentos oficiales de acuerdo con su identidad sexual le impide vivir con plenitud.
“La falta de una ley que no acredita tu identidad te posiciona como un ciudadano de segunda, porque no estamos en las mismas circunstancias de oportunidades laborales (…) mucha gente no tiene sensibilidad, pero es un asunto de vida o muerte”, platica.
Los transexuales, así como las personas del colectivo LGBTTI no tienen muchas alternativas: se dedican al trabajo sexual o al estilismo, la cultura empresarial no acepta extravagancias.
Cientos de veces ha presentado su solicitud de empleo, al inicio todo parece sencillo pues cuenta con una carrera universitaria, el reclutador generalmente la trata amablemente, pero la recepción de los documentos rompe todo el ritmo.
La anatomía de Agnes no tiene relación con su nombre de pila —que prefiere reservar— y ello le genera frustración. Con motivo de la conmemoración del Día Estatal contra la Homofobia —decretado hace un año por el Congreso local—, Agnes acepta platicar sobre los retos de “ser diferente”.
Define una cita en el parque del centro histórico en el municipio de San Andrés Cholula. Desciende de un automóvil color blanco; los pocos transeúntes la miran insistentemente.
Agnes luce un vestido negro con un pronunciado escote que revela sus atributos, camina con delicadeza sobre altos tacones, juega un poco con su cabello, en su rostro impecablemente maquillado se dibuja una sonrisa. Se nota muy nerviosa.
Su femenina voz le permite guardar su pasado de varón. Invita a subir al auto, nadie —más que ella— sabe a dónde se dirige. Siete minutos de recorrido, un edificio con apartamentos color amarillo indica el destino.
El departamento de Agnes es pequeño, pero funcional y agradable. Se disculpa y entra a su habitación para vestirse con ropa cómoda. Sale de la recámara, sin nervios. Está en su guarida, el lugar donde es —sin prejuicios, ni agresiones.
Sobre una silla roja, recuerda que a los tres años sintió que algo dentro de sí no era “normal” como la sociedad suele llamar a la heterosexualidad.
Con los años, dice, los transexuales se acostumbran a ser malvistos, agredidos y utilizados. Asegura que un transexual es la única persona capaz de padecer tres tipos de rechazo: la homofobia, la transfobia y la misoginia.
Agnes asegura que su mayor objetivo en la vida es trabajar, dejar de depender de su madre y de las pocas consultas sicológicas que hay en su agenda.
El diputado local José Juan Espinosa Torres (Convergencia) no descarta impulsar una iniciativa que permita modificar la ley para que las personas transexuales cuenten con documentos oficiales que los acredite como ciudadanos, según la identidad que hayan asumido.
Agnes tendrá que aguardar la discusión de una iniciativa de esta índole; sus amigas trans obtuvieron documentos falsos por ocho mil pesos en los Registros de Puebla.
“Soy necia, sé que un día tendré identidad oficial que corresponda a mi identidad sexual, podría ser corrupta, pero soy una ciudadana honesta, conmigo y el resto”.

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