lunes, 30 de mayo de 2011

Como casi todos, también “estamos hasta la madre”

 PERIODICO MILENIO
En su día, en su marcha la comunidad gay exigió leyes incluyentes
Cobijados por este canto y por frases ácidas salieron más allá del clóset. Foto: Especial/ArchivoCobijados por este canto y por frases ácidas salieron más allá del clóset. Olvidaron aquellos momentos en que tenían que ocultar sus deseos y su atracción hacia la gente del mismo género por no alterar a las buenas conciencias.
(“Eeeeesooooos mirones también son maricoooones”).
Ahora era su turno para ser el centro de atención de aquellos que por morbo o por coincidencia ideológica tomaban fotos y se reían mientras custodiaban el paso de decenas de hombres y mujeres que se congregaron “por el orgullo gay”, quienes armados con pancartas y consignas exigían un trato igualitario.
(“No más crímenes de odiooooo por la homofobia”).
No se trataba sólo de un desfile multicolor y vestimentas estrafalarias con el destino de un lucimiento particular. Era una demanda abierta para el entendimiento de que todos tenemos los mismos derechos, un freno a la violencia de los homofóbicos, muchos de los que sí se mantienen ocultos para atacar en el anonimato y mantenerse en la ignominia.
 (“Pucha con puchaaaaaa…lesbianas a la lucha”).
La comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti, Intersexual (Lgbttti) coincidió en un mismo grito: “¡estamos también hasta la madre!”
Ante un zócalo repleto de un auditorio exótico, Brahim Zamora Salazar, representante de la Red de Democracia y Sexualidad (Demysex), fue enfático en el discurso con el que se exigió a los gobiernos actuar en contra de los llamados crímenes de odio, subrayando que existen muchas muertes de la comunidad Lgbttti que se quedan en el olvido y que no se castigan, debido a que las autoridades no los vinculan con un móvil de rechazo hacia la gente que tiene diversidad sexual.
(“Derechooooos iguales a lesbianas y homosexuales”)
La ovación no se hizo esperar por parte de todos los presentes.
Aplaudieron los hombres que lucían con orgullo senos operados emulando a las barbies superstar de televisa, tacones altos, ropas con encaje, minifaldas, pantaletas “cacheteras” o “hilo dental”, tops y en general ropa diseñada para “enseñaban carne”.
 (“Soy puta, muy putaaaaa pero no soy nada bruta”.)
Aplaudieron también las mujeres que se tomaban de la mano y rozaban los labios eventualmente, bajo estandartes con los colores del arcoiris.
(“¡Los padres se preguntan, sus hijos dónde están… se fueron a la marcha de orgullo homosexuaaaaal!”)
El discurso del activista logró se volvió eco en la mente de los escuchas “no queremos una sola trans muerta en este estado, no queremos más gays ni lesbianas muertos en este estado ni en este país estamos también estamos también hasta la madre de la violencia contra la población Lgbttti en Puebla y en México y creemos que tenemos que buscar otros mecanismos que luchen contra la homofobia y luchen contra la violencia.
(“La homosexualidad no es un crimen, la pederastia sí.”)
En los trípticos que se entregaban en el lugar se leía: “son delitos la discriminación por orientación sexual y los crímenes de odio por la homofobia".
Con una peluca roja y labios carmín, un trasvesti alzó una pancarta en la que enfatizaba que ser gay no era un delito y que los verdaderos criminales seguían siendo solapados por el sistema, mostrando la imagen del padre Maciel.
(“No hay libertad política si no hay libertad sexual.”)
Los manifestantes insistieron en exigir una misma cosa que sin justificación alguna les fue arrebatada: la libertad. Presos de la esclavitud de la moral ajena aún cargan las cadenas de los juicios externos de los macarras de la decencia.
(“A mí no me gusta el PAN, me gusta la tortillaaaaa, la tortilla nacional.”)
En la demanda la mano política no podía ausentarse y el diputado José Juan Espinosa y el dirigente del PRD en el estado, Miguel Angel de la Rosa Esparza, por lo menos para salir en la foto, aunque los reflectores realmente eran de los ángeles y los demonios de barrio que bailaban al compás de los cánticos con las que defendían su individualidad.
(“¡Eduardo Rivera, ya píntate de güera!”)
Poco a poco el mitin se fue extinguiendo. Partieron los drags de la tercera edad con su arreglo intacto de geishas, chinas poblanas y mujeres de los años veinte, se retiraron las parejas para volver a su cotidianeidad. La meta se había cumplido, el silencio gay se había roto nuevamente y la esperanza ahora era que la manifestación no fuera condenada otra vez al olvido pues los derechos no deben ser privilegios de élites o ser prohibidos para aquellos que decidieron vivir diferente.
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Erick Almanza (@almanza_ferrer)

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