lunes, 16 de mayo de 2011

Vivir México Opina: La marcha “Anti Gay”, ¿tolerar la intolerancia?

Por Ismael Flores el 16 de Mayo de 2011 en Derechos Humanos, Destacadas, Gays, Guadalajara, Vivir México. 
A una semana de haberse realizado la Marcha Nacional por la Paz, otra movilización ciudadana ha acaparado los reflectores de la prensa. Aunque bautizada como “la Marcha Anti Gay”, esta manifestación realizada en la ciudad de Guadalajara y convocada por el grupo Mexicanos por la vida, tuvo como finalidad expresar el descontento de un sector de la población tapatía hacia las reformas constitucionales que, a su parecer, van en contra de las leyes de la vida, tales como la interrupción del embarazo, la muerte asistida, las constitución legal de parejas del mismo sexo, su derecho a la Seguridad Social y la posibilidad de adoptar.

En esta edición de Vivir México Opina, Ximena Vega, Alejandro Ortíz, Perla Cristal Gómez, Pepe Flores e Ismael Flores damos nuestra opinión acerca de la pertinencia de este tipo de manifestaciones ciudadanas, donde no está de más reflexionar sus argumentos y si se incurrió o no en una violación a los Derechos Humanos de un sector de la población calificado como vulnerable.

Ximena Vega
Tolerar la intolerancia, esa es la cuestión. Constitucionalmente, los organizadores de la Marcha Anti Gay están en todo su derecho de expresar sus opiniones y de intentar recabar firmas y adeptos a su causa. Sin embargo el debate no yace en esa facultad, esa ya se toma por dada. Lo interesante en este caso es que una marcha así dice bastante sobre el movimiento anti gay en general. Mientras las organizaciones pro derechos de los homosexuales marchan para pedir equidad en derechos ante la ley —al igual que las mujeres y los negros en Estados Unidos hace ya varios años—, los grupos anti gay, perdón… “pro familia”, lo hacen para pedir que a cierto grupo de ciudadanos se les nieguen derechos elementales.


¿Debemos tolerar esta actitud? Sí, por desgracia. ¿Debemos aceptarla? No lo creo. La mayoría de las personas simplemente necesitan ser educadas respectos a lo que ser homosexual realmente significa. Pedir derechos para los homosexuales no significa querer convertir a todos en homosexuales, así como despenalizar el aborto no significa imponerlo a las mujeres. Una mayor comunicación puede ser la clave para cerrar esa brecha entre aquellos que exigen derechos equitativos (que por cierto, no sólo son los homosexuales) y aquellos que parecen no tolerar un estilo de vida diferente al suyo.

Lo que no debemos tolerar es el subsidio directo por parte del gobierno (ya sea local, estatal o federal) a organizaciones anti gay, o que tengan cualquier agenda de corte religioso, pues esto atenta en contra del Estado laico, en primer lugar, y en segundo en contra de un grupo que sí, bien pueden ser minoría, pero siguen siendo ciudadanos mexicanos.

Alejandro Ortíz
La marcha refleja para mi dos situaciones muy peculiares. La primera, como ya es costumbre, la intolerancia del estado de Jalisco que desde ya, se ha llevado el premio como el estado más intolerante en el país. No esta bien visto que se haya dado una marcha de este tipo en la entidad, pues es obvio que en vez de unir y lograr paz en el estado, sólo lo fragmenta. Salir y protestar en contra de las preferencias sexuales o de otro tipo de corrientes de pensamiento me parece lo más anti-humano posible, porque transgrede un derecho básico que todo ser humano requiere y se llama libertad. Al tener libertad todos podemos hacer con nuestra persona lo que nos plazca, siempre y cuando no agredamos a terceros con nuestras acciones. Entonces, ¿qué significa esto?, simplemente que un homosexual (que es el centro del tema) es una persona y como tal tiene una decisión propia de seguir la vida que quiere en base a su propia identidad y a lo que le parece correcto y satisface; ya que en ningún momento intenta lastimar a otras personas ni molestarlas, sólo quiere lo que todo ser busca: la propia felicidad.

Dentro de la iglesia los conservadores manejan un termino muy similar a lo que es la libertad, y se llama Libre Albedrío. Por lo tanto cada quien puede hacer lo que le plazca, siempre y cuando no dañe a nadie. Aquí mucha gente dirá que eso no esta bien, que no es correcto — según ¿quién?—, etc. Este tipo de comentarios se resolverán con el tiempo sólo sí permitimos la libertad hacia otras personas. Antes los perjudicados e innaturales eran los indígenas, luego la gente de raza, las mujeres, etc. Pero a estas alturas y con el paso de los años las corrientes de pensar cambian y se adaptan a su actualidad, incluso la iglesia que consideraba a las mujeres —hace mucho— como un simple complemento, ahora le da un lugar como persona, cosa que el estado también cambió dándoles el derecho a votar. Y aquí es a donde llego a mi segundo punto: la conveniencia. Si hay algo que me da risa en México es precisamente eso, podemos ser las personas más malinchistas posibles alabando todo lo que se hace en el exterior, pero cuando se trata de estilos de vida y corrientes de pensamiento diferentes entonces es cuando se alza la voz en pro hacia la defensa de lo tradicional. De ser así, como lo mencioné antes, deberíamos plantearnos erradicar a muchos más sectores “impuros” de la sociedad y si te consideras un ferviente religioso, no tendrías de otra más que acatarla.

Todo es cuestión de libertad señores, yo respeto tu credo y tus valores, siempre y cuando no afecten mi integridad personal. Y lo que sucedió el sábado pasado en Jalisco, ha cruzado la línea fomentando el odio y una posible violencia hacia los que no son de su condición.

Perla Cristal Gómez
Ayer reflexionaba en mi post que no podré entender porqué un grupo social o una cierta cantidad de personas pueden marchar para pedir quitar derechos a otro grupos social, cuando podrían marchar por pedir más inclusiones.

Si bien algunos lectores tiene razón al decir que la marcha no fue expresamente para ponerse contra las personas homosexuales, el pedir que no se permita la unión civil entre personas del mismo sexo es ya una agresión contra un grupo determinado, y en vez de sumar pluralidad a la sociedad, demuestra lo temerosos que están a lo diferente.

Jamás he estado en contra de la libertad de expresión, al contrario. Me da gusto que un grupo de ciudadanos pueda organizarse y pedir lo que cree es lo mejor para la mayoría pero esto definitivamente no es mejor cuando en medio está un sector que se verá afectado.

Resalto también lo más grave de la marcha: que una persona perteneciente a la CEDHJ la encabece. Sin querer las relaciones vienen a tono: ahora podemos entender porque en algunos casos donde se han violado garantías individuales primarias, el delegado de esta comisión y la comisión misma no han hecho nada, su juicio está permeado por ideas muy específicas.

La reflexión queda en el aire: ¿es Jalisco uno de los estados que quiere mezclar la Iglesia con el gobierno para preservar “las buenas costumbres”? Yo creo que las buenas costumbres sólo radican en vivir en paz con la sociedad sin limitar la vida de otros.

Pepe Flores
La Marcha Anti Gay pone bajo el reflector el debate sobre si el discurso de odio cabe dentro de la libertad de expresión. Admitámoslo: la manifestación no se dio para defender los valores o pregonar el respeto por la vida, sino que sirvió para denostar e insultar a un grupo de ciudadanos sólo por su orientación sexual. Sí, las diferentes asociaciones que se dieron cita tienen derecho a expresarse, pero esta protesta se encuentra en el filo de la navaja entre la libertad de expresión y el ataque a terceros.

Otro de los problemas de la marcha es que no nos queda claro hasta dónde tiene injerencia el clero dentro de este movimiento. Ideológicamente hablando, no se puede reprender que alguien esté convencido de que está en lo correcto, pero valdría la pena examinar si algún grupo católico quiere imponer su agenda eclesiástica dentro de las legislaciones. También me ha sorprendido saber que Norma Edith Martínez, vocera de la protesta, forme parte de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Jalisco. En estados como Jalisco, la división entre Estado e Iglesia se transgrede constante e impunemente, so pretexto de la defensa de las buenas costumbres.

Por último, yo destaco que la asistencia a esta marcha haya convocado a más gente que la Marcha por la Paz del domingo pasado. Impresionante que los ciudadanos sean más activos en contra de la comunidad LGBT que por la violencia que impera. Y es que en esta protesta han cargado contra todo: desde divorcios hasta derecho al aborto. Es deber del Estado conciliar antes de que estas protestas devengan en enfrentamientos como en el caso de Guanajuato.

Ismael Flores
¿Tenían derecho a manifestarse? Mi respuesta es un rotundo sí. Como ciudadanos, tenemos no sólo la libertad, sino la obligación de manifestarnos en contra de cualquier decisión que, a nuestro juicio, afecte el rumbo del país. Sin embargo —y en pro de dicha libertad a expresarnos— también creo que estamos obligados a dialogar. Y, como la etimología de la palabra lo indica (dia = a través; logos = razón), estamos obligados a discutir estos temas desde los bastiones de la racionalidad, es decir, desde la ciencia y la filosofía. Discusión ordenada que, desde mi punto de vista, no se ha realizado.

El documento que busca sustentar este movimiento —más allá de cualquier apelativo—, no toma en cuenta los consensos que la comunidad científica internacional ha tomado sobre estos temas, especialmente sobre aquellos relacionados a la homosexualidad y la homoparentalidad. En Análisis a la iniciativa de Reforma Federal a la Constitución en materia de Derechos Humanos no sólo se recae reiteradamente en esta omisión, sino que se abusa de una retórica hueca que, como coloquialmente se dice, busca sólo darle la vuelta a la tortilla.

Su argumento “más fuerte” —cimiento del documento— es que la Constitución Mexicana se supedita a las voluntades internacionales expresadas en los tratados y acuerdos relativos a los Derechos Humanos que nuestro país ha firmado y se ha comprometido a llevar a cabo al interior de nuestra República; acuerdos que —tratan de argumentar— son ajenos a nuestra cultura y responden a intereses ideológicos ajenos a los del país. Siguiendo este razonamiento, negamos toda posibilidad de la existencia de una humanidad común (fundamento de estos tratados internacionales) y nosotros, como mexicanos nos cocemos aparte.

Más allá de este sofisma un tanto pobre, en el mismo documento se califica el término preferencia sexual como uno que “las naciones miembro de la ONU no han admitido su utilización y las asociaciones mundiales de psiquiatría y psicología no lo incluyen como un término aprobado”. Y en efecto, todavía se busca el término más aceptado (se debate aún entre preferencia sexo-genérica, orientación sexual o preferencia sexual) para denominar un fenómeno natural que desde el 17 de mayo de 1990 fue eliminado por la Organización Mundial de la Salud del catálogo de enfermedades mentales (incluida la transexualidad, para quien se lo preguntara). Por ende, los derechos para las personas homosexuales, me temo, no están puestos a discusión y tampoco nos hacen perder soberanía, al contrario, la aumentan, porque nos dan la oportunidad de discutirlo y de ser un país más justo.

Nuestra libertad de expresión termina, creo, cuando no cumplimos nuestra obligación de dialogar y protestar desde la cancha de la razón. En ese sentido, y a manera de conclusión, creo que sí tenían —y tienen— el derecho a manifestarse. Pero también tienen la obligación de informarse y dialogar desde la ciencia y la filosofía, disciplinas humanas que se guían por la razón, y donde términos como “ley de vida” han sido deconstruidos por múltiples filósofos desde el siglo pasado y rebatidos por innumerables científicos. No se vale insultar nuestra inteligencia con propaganda de este tipo y documentos cuya retórica hueca harían sonrojar al mismísimo Protágoras.

Imagen: Coalición Presencia Internacional

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