lunes, 23 de mayo de 2011

De mercado gay y de droga (COLUMNA DE MILENIO)

La Calle   
Luis González de Alba
El mundo entero se llenó, de pronto, de negocios, hoteles, restoranes y ciudades enteras que adoptan el membrete “gay friendly”. Eso significa que, un bar, por ejemplo, no es un bar gay, pero no sacan a nadie por besar a su pareja del mismo sexo; un beso, digamos, no más pasadito de color y calor que el de una pareja heterosexual. ¿Qué ocurrió?
¿Será que de pronto descendió la conciencia social sobre los derechos de todos los seres humanos sin excepción? La talacha que muchos hemos venido haciendo como picapedreros de las cabezas de piedra, ¿finalmente rinde frutos? No, estúpidas y ridículas autoridades de Jalisco: algo hay de eso: gota a gota la piedra se perfora, pero lo principal es que el comercio descubrió un inmenso mercado de gran poder adquisitivo y que gasta sin pensar en la educación de los hijos (que no tiene, salvo excepciones) ni en el mantenimiento de ex esposas (que tampoco tiene). El gay viaja más, gasta más y despilfarra más sin sentimientos de culpa porque no le quita el pan ni la universidad a sus hijos.
El gay de clase media gasta en ropa de buenas marcas al nivel del hetero de clases altas: un saco “muy Armani”, le ofrece el vendedor, unos vaqueros Versace, un suéter de cashmere Ermenegildo Zegna, linos, sedas… Nos gustan los trapos, pues. Y los buenos restoranes, los buenos vinos, los buenos espectáculos, la vajilla de Limoges, la plata de Tane. Los muebles minimalistas.
Hay también un mayor nivel de lectura, de asistencia a conciertos, a ópera, a buen cine, a teatro, ya no digamos a ballet (con gran envidia del tutú por parte de algunos). En fin: el despilfarro se explica porque uno se lo puede gastar todo sin remordimientos. Las vacaciones no son con esposa y cinco hijos, sino con la pareja, que gana salario al parejo, y gastan como si llevaran diez hijos.
De ahí viene la etiqueta “gay friendly” que todos quieren colocar en sus negocios. Un hot-doguero cerca de la zona de bares gays de Guadalajara, tiene su banderita arco-iris sobre el carrito.
Hipótesis por comprobar: en todos los grupos sociales perseguidos por siglos o milenios ocurre una selección del más apto. Lo vemos en el caso más típico: los judíos. Los tres pilares del pensamiento en el siglo XX fueron Marx, Einstein y Freud: tres judíos

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