lunes, 11 de julio de 2011

Episcopado Mexicano investiga al Padre Lugo


Esteban Jacobo Real, secretario ejecutivo de la Conferencia del Episcopado Mexicano, elaboró un reporte presuntamente confidencial (del cual NOTISURESTE obtuvo una copia) por queja de Monseñor José Leopoldo González González, Obispo Auxiliar de Guadalajara, secretario general del CEM, en contra del sacerdote yucateco Raúl Lugo Rodríguez, según consta en el expediente, que presentamos ÍNTEGRO a nuestros amables lectores.
Lunes, 09/Febrero/2009 YUCATÁN
Esteban Jacobo Real, secretario ejecutivo de la Conferencia del Episcopado Mexicano, elaboró un reporte presuntamente confidencial (del cual NOTISURESTE obtuvo una copia) por queja de Monseñor José Leopoldo González González, Obispo Auxiliar de Guadalajara, secretario general del CEM, en contra del sacerdote yucateco Raúl Lugo Rodríguez, según consta en el expediente, que presentamos ÍNTEGRO a nuestros amables lectores.
El documento se origina en lo incómodo que resultó para la jerarquía de la Iglesia Católica en México el más reciente libro de Lugo Rodríguez, Iglesia Católica y Homosexualidad, publicado por Nueva Utopía, en Madrid, en el 2006. 
La carta y contenido, es la siguiente:
EMINENCIA/EXCELENCIA:
Por indicación de S.E.R. Monseñor José Leopoldo González González, Obispo Auxiliar de Guadalajara y Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano, hago llegar a Usted el Dossier de Observaciones enviadas por La Congregación para la Doctrina de la Fe respecto al libro "Iglesia Católica y Homosexualidad" escrito por el Pbro. Raúl Lugo Rodríguez, sacerdote de la Arquidiócesis de Yucatán (Anexo).
Esta Congregación solicita encarecidamente se detenga cuanto antes la difusión de dicho libro por el contenido de graves errores doctrinales que contradicen la doctrina de la Iglesia sobre el tema de la homosexualidad.
Afectísimo en Jesucristo.
Pbro. Esteban Jacobo Real
Secretario Ejecutivo de la CEM

El autor abre su discurso confrontando "la posición oficial de la Iglesia" respecto a la homosexualidad. con el argumento de que "la fidelidad a la Iglesia no está por encima de la fidelidad al evangelio" (p. 15). Y al desarrollar esta contraposición, el autor se propone como objetivo "promover un debate que nos ayude a dar una respuesta pasto­ral a nuestros hermanos)' hermanas homosexuales, que vaya más de acuerdo con el rostro misericordioso de Dios que Jesucristo vino a revelarnos" (p. 16).
Aparece a lo largo de las páginas -corno el hilo conductor-, el prurito del autor por evi­denciar la brecha abierta, cada vez mayor, entre la doctrina tradicional sobre la sexuali­dad y la moderna concepción de la diversidad sexual.
VALORACIÓN GENERAL DE LA OBRA
1. Respecto al método.
Los conceptos de libertad, dignidad humana y realización personal son manejados to­mando como base la experiencia vivida en casos particulares, pero sin hacer ninguna re­ferencia a los contenidos permanentemente válidos de la antropología cristiana.
El método del autor es el de partir de testimonios personales, dolorosos hasta el extremo en muchos casos, para tratar de dar "carta de legitimidad" a comportamientos homo­sexuales a través de razones histórico-culturales.
El aparato crítico es muy pobre, pues para las cuestiones de fondo de Teología Moral y Sagrada Escritura, acude a pocos autores. Sobre todo se basa en Marciano Vidal y Juan Luís Segundo, cuyas orientaciones son bien conocidas, especialmente del primero, co­mo en su momento lo señaló la Congregación para la Doctrina de la Fe (cfr. Notifica­ción sobre algunos escritos de Marciano Vidal, 22 de noviembre de 2001).
2. Respecto al concepto de naturaleza humana.
Para el autor, el concepto de ley natural, que es la causa de "fenómenos discriminatorios dentro de la Iglesia ", está anquilosado y habría que superarlo (cfr. p. 111); lo cual se logrará, en el terreno de la sexualidad humana, primero reconociendo que muchos ele­mentos fundamentales de la moral católica están tomados de una determinada situación cultural - la mentalidad del oriente de la época de San Pablo, por ejemplo - y segundo, atreviéndose a dar ese cambio cultural para estar en sintonía con los avances de las ciencias antropológicas de la modernidad.
Iglesia Católica y Homosexualidad
del Pbro. RAÚL LUGO RODRÍGUEZ Nueva Utopía, Madrid 2006
Observaciones
Algo similar, dice el autor, al cambio que tuvo que dar la Iglesia respecto a la democra­cia, cuando antes había defendido a la monarquía con argumentos de la "ley natural' y de la "divina revelación" (cfr. p. 71).
3. Respecto a la sexualidad humana.
La Iglesia mantiene su "postura oficial" sobre la sexualidad, según el autor, porque no ha tenido el coraje de sobreponerse a una visión fundamentalmente negativa del sexo, en la que se desprecia el placer, considerándolo como algo malo y pecaminoso. Sólo se "permite" como un mal necesario en orden a la procreación (cfr. p. 115). El autor insiste en que se debe replantear la doctrina tradicional sobre el aspecto unitivo y procreativo en el acto conyugal, de manera que se dé cabida a otras formas de utilización del sexo también enriquecedoras para la persona.
Su postura es la de considerar el ejercicio de la sexualidad como un bien que, en sí mismo. contribuye a la plenitud humana, independientemente de la finalidad procreativa. Y, por tanto, quedaría justificado el comportamiento homosexual, atendiendo sólo a la finalidad unitiva - y de ayuda mutua - entre las personas (cfr. pp. 117-118).
4. Respecto a la libertad y plenitud humanas.
El razonamiento es sobre todo a partir de la Escritura. La clave sería que "la Biblia nunca puede interpretarse fuera del marco de la libertad y la felicidad de la persona huma­na" (p. 50), y la Iglesia se equivocaría al prohibir con un texto escrito, que en sí mismo no puede dar respuestas a la moderna concepción de diversidad sexual, la realización personal en el comportamiento homosexual.
Los argumentos son del tipo: "no somos estoicos: somos cristianos"; "que el ejercicio de la sexualidad se mantenga en la dimensión humanizante y humanizadora; 'la combi­nación de la libertad y la responsabilidad es la clave para una vida sexual cristiana "; "una vida auténticamente humana y cristiana ha de integrar el ejercicio de la sexuali­dad en un arco amplio que supere la simple animalidad o la búsqueda desenfrenada del placer" (cfr. pp. 121-123). Si bien el autor sostiene que la plenitud del hombre y de la mujer se realiza en el amor de donación, no toma en cuenta en absoluto la verdad sobre la naturaleza humana como criterio de realización de la libertad. Tampoco hay un razo­namiento sólido del autor sobre cómo la libertad de elegir un comportamiento sexual determinado realiza a la persona.
5. Respecto a la Sagrada Escritura.
Hace cuatro consideraciones respecto a la interpretación de la Biblia (cfr. pp. 47-60).
1) Se trata de la revelación de la historia de amor entre Dios y su pueblo; y ésta de­be ser la fuente de criterios fundamentales que ayudarán a descubrir la voluntad divina en los casos particulares.
Dios no habla sólo a través de la Biblia, sino a través de la realidad que nos en­vuelve, que es también un cauce por el que Dios nos quiere comunicar su vida; por lo que los textos se han de ver a la luz de la felicidad del hombre en cada situación histórica concreta.
3) Que los textos de la Escritura no pueden ser usados con el objeto de condenar o justificar; el criterio deberá ser siempre la responsabilidad que tiene todo hombre de compadecerse por el más necesitado.
4) Que no todo en la Biblia tiene el mismo valor; el Antiguo Testamento será pala­bra de Dios en la medida en que conserva referencia a la persona de Jesucristo. Esto será de particular importancia para la homosexualidad ya que, dice el autor, "no encontrarnos ningún texto evangélico y ninguna referencia en la praxis de Jesús que lo muestre condenando la homosexualidad" (p. 57).
En el análisis de algunos textos bíblicos que condenan explícitamente la homosexuali­dad (Gn 19, 1-29; Jue 19, 1-30; Rom 1, 16-32; Rom 2, 18-32), concluye el autor que se­rían condenatorios, en algunos casos por la mentalidad de la época; en otros, los estu­dios recientes han demostrado que no es una condena propiamente de la homosexuali­dad; en otros, por usar de la sexualidad fuera del marco del respeto por la persona (lo cual valdría para todas las orientaciones sexuales); en fin, en otros casos se trataría de un asunto de separación social y no de juicio moral (cfr. pp. 73-98).
En resumen, apoyándose principalmente en el hecho - según él - de que Jesús nunca condenó la homosexualidad como tal, no hay elementos bíblicos suficientes para hacer un juicio moral negativo de este comportamiento. Más bien. lo que se puede deducir es que Jesús no excluye ningún estilo de vida, en su llamada a vivir de acuerdo a la digni­dad de hijos de Dios. El único obstáculo sería la pretensión de vivir para uno mismo y no para los demás (cfr. p. 97-98).
6. Respecto a la Tradición.
Aunque menciona muy poco a los Padres de la Iglesia, si lo hace es para apoyar su pen­samiento y no el de la Tradición precisamente (cfr. por ejemplo pp. 69, 115).
7. Respecto al Magisterio de la Iglesia.
Si bien el autor propone abrir un debate "pacífico" sobre el tema de la sexualidad en el seno de la Iglesia, la forma en que contrasta con el Magisterio, puede calificarse como desafiante. Sin ambages, se puede decir que es Un ataque frontal a la autoridad de la Iglesia (cfr. pp. 23, 115), pues sostiene que "es lícito mantener una postura distinta a la que proclama la Iglesia" (p. 99).
Conociendo la doctrina tradicional, sostiene abiertamente la contraria, dedicando a ello tres capítulos, aunque en el desarrollo de toda la obra es constante la misma actitud. Quizá el ataque más recurrente a la autoridad de la Iglesia es el de que el Magisterio es intransigente y discriminatorio respecto a la condición y comportamiento homosexual.
VALORACIÓN DOCTRINAL
El autor habla de la persona homosexual destacando su condición de hijo de Dios (lo que es indudable), pero sin tener en cuenta el concepto cristiano del hombre; concepto que la Iglesia tiene la misión de custodiar, como una parte muy importante de la misión recibida de su Señor. En efecto, únicamente partiendo de la verdad completa sobre el hombre, hijo de Dios, caído y redimido, y elevado por la gracia sobrenatural, podemos llegar a comprender, si se puede llamar así, el tipo de vida específico de las personas homosexuales en el interior del cuerpo Místico de Cristo. "Sustancialmente estas perso­nas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición" (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Carta sobre la atención pas­tora/ a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986).
Precisamente en la docilidad a la sabiduría sobre el hombre, defendida siempre por la Iglesia, la persona encuentra la respuesta a sus interrogantes, incluso a los más angus­tiantes. Por el contrario, desligar la libertad de su ordenación intrínseca a la verdad y al bien, no sólo mengua las posibilidades de realización de la persona, sino que constituye un atentado contra su dignidad (cfr. Veritatis Splendor, nn. 46-53,62-64). La felicidad humana sola, en términos sólo humanos o mundanos, no puede ser el ámbito genérico para juzgar sobre los comportamientos concretos, sino que ella misma - la felicidad - se apoya en criterios precisos, derivados del ser mismo del hombre (cfr. CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Declaración "Persona humana n, n. 8). Justamente "en la naturaleza humana, o sea, en la creación, el hombre puede reconocer un 'Logos', un sen­tido y un fin. que lo conduce a la verdadera autorrealización y a su felicidad, y que. en última instancia, está fundado en la voluntad de Dios. En la pérdida de este concepto metafísico de naturaleza ( ... ), se debe buscar una de las causas principales de la crisis moral de nuestros días. En efecto, si el deber humano no se considera ya anclado en el ser y, por tanto, en la sabiduría del Creador, queda sólo la alternativa que derive de la sabiduría humana. Pero entonces es obra del hombre, sujeta al cambio del tiempo, mo­delable y manipulable; entonces los 'grupos de presión' que saben guiar la opinión de las masas tienen perspectivas de éxito" (CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Car­ta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986, In­troducción).
Hay en esta obra una concepción superficial y sentimental del sexo. Aunque se sublima la idea de que el hombre es feliz cuando ama, y que no se puede negar a los homosexua­les esa posibilidad, no se explica por qué ese amor requiere de los comportamientos homosexuales para su realización. Parece que, en el fondo, más que una idea errónea sobre la homosexualidad, el autor tiene una idea errónea sobre el sentido natural del sexo, y sobre el significado mismo de la diferenciación sexual.
Sí para el autor, queda legítimamente integrado un comportamiento homosexual dentro del plan de Dios, es, en el fondo, por una opción fundamental al amor de Dios y a la ac­titud de generosidad hacia los demás. Pero separar la opción fundamental de los com­portamientos concretos, significa contradecir la unidad sustancial del hombre mismo, que debe dirigirse a su Creador con todas su potencialidades, a través de las elecciones particulares. El Magisterio enseña que la moralidad de los actos humanos, no se reivin­dica solamente por una orientación fundamental, sino por la actualización en los actos concretos de esa finalidad general. De lo contrario, se generaría una ruptura entre el de­signio de Dios y el comportamiento concreto del hombre respecto a su dignidad. Falaz­mente, a lo largo de su escrito, el autor manipula la idea del amor de Dios por todos los hombres, llegando a conclusiones gravemente erróneas sobre la llamada divina al amor y a la santidad.
 En cuanto al manejo de los textos de la Sagrada Escritura, sorprende que el autor deje de lado las orientaciones básicas que la Iglesia ha dado sobre la exégesis bíblica, citando e interpretando a su antojo los textos que favorecen su tesis. Más parece que busca ar­gumentos de la Escritura para manipularlos a su favor, que desentrañar el sentido católi­co de los textos. Desvinculándose de la Tradición de la Iglesia, afirma que muchas de las prescripciones morales de la Biblia sobre la sexualidad, están tan condicionadas cul­tural e históricamente que no pueden tener vigencia en la actualidad.
 En general la confrontación con la enseñanza de la Iglesia por parte del autor, excede los límites razonables de la auténtica profundización teológica. "No se puede decir que un fiel ha realizado una diligente búsqueda de la verdad, si no tiene en cuenta lo que el Magisterio enseña; si, equiparándolo a cualquier otra fuente de conocimiento, él se constituye en su juez; si, en la duda, sigue más bien su propia opinión o la de los teólo­gos, prefiriéndola a la enseñanza cierta del Magisterio" (JUAN PABLO II, Discurso en el II Congreso internacional de Teología Moral, 12 de noviembre de 1988).
 Por último, la acusación a la Iglesia de discriminación hacía los homosexuales es com­pletamente injusta, dada la insistencia con que ésta ha subrayado y demostrado la digni­dad de toda persona, específicamente de las personas con tendencias homosexuales (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358)

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